Anastasio Esnáider Sartorius había nacido para heredar la sastrería que su padre, Luis "Tijeritas" Esnáider, tenía en la avenida Federico Lacroze de Buenos Aires. Pero el rocanrol, slow train coming, lo atropelló, lastimó para siempre su músculo sartorio y lo incapacitó para languidecer cruzado de brazos y piernas y dar puntadas con hilo o sin él. Cambió, pues, Singer por Fender.
Hay que decir que Anastasio era un oxímoron musical: tan absoluto era su oído como completa su incapacidad de arrancar de un instrumento una nota afinada. No le valía que una guitarra eléctrica tuviera esas fronteras a las que llaman trastes: siempre las cruzaba sin pasaporte con los dedos y el resultado era una horrísona alarma metálica y antiaérea: apenas empezaba a tocar, volaban hacia él, certeros, misiles termodirigidos de todo tipo que casi siempre acababan acertando su zona caliente, la nariz.
Imagínense la frustración de nuestro Pipa Esnáider, capaz de percibir y distinguir hasta la centésima de hercio en una nota, ruiseñor paciente, urraca agente.
En fin, como quiera que el país delimitado por la distancia entre un traste y otro es demasiado estrecho en una guitarra, Esnáider trató de cabalgar las agrestes pampas del diapasón de un bajo, persiguiendo la figura inalcanzable de su ídolo de siempre, el gaucho Sting.
En 1981, fundó una banda, Llegó la Cana, y ese mismo año invirtió sus ahorros (más bien los de su padre, mal guardados) en grabar un álbum de diez pistas, tres de ellas instrumentales. Estas últimas fueron muy populares en Abu Ghraib y su versión bootleg aún sigue escuchándose en las mejores cárceles norcoreanas.
Esnáider veló varias noches con el propósito de purificarse y hallar su santo grial, un título que aunara sofisticación europea y gancho comercial. Creyó encontrarlo: Bocatta Patatta.
La trayectoria comercial de Bocatta Patatta fue breve: se vendieron tres copias, si por venta se entiende e incluye el hurto accidental que comete quien confunde un artículo con otro.
La vida no sonreía a Esnáider. No lograba triunfar. Sting no respondía sus cartas. La inspiración no llegaba.
Pasaron los años y llegó el fatídico 1985. The Police se había disuelto de facto si no de iure y Sting publicaba su primer álbum en solitario. El primero de junio, a eso de las diez y media de la mañana, Anastasio acudió trémulo a su tienda de discos favorita para comprar The Dream of the Blue Turtles.
No llegó a saber si el álbum entero habría sido de su gusto: mientras sonaba la primera canción, If You Love Somebody Set Them Free, Anastasio Esnáider Sartorius gritó (según consta en el atestado policial): "¡Te operaste la nariz, pelotudo!" y se clavó la hoja puntiaguda de unas grandes tijeras de sastre en el corazón.
2.2.2022 12:48Anastasio Esnáider Sartorius había nacido para heredar la sastrería que su padre, Luis "Tijeritas" Esnáider, tenía en la...A finales de 1979, Peter Gabriel estaba pasando una mala racha: su esposa, Jil, le había sido infiel con todos los miembros del coro sudafricano Ladysmith Black Mambazo durante una gira conjunta de pop-rock-progresivo-proto-world-music que el artista organizó con el noble propósito de sorber las plusvalías que generaba y sigue generando dar a conocer el riquísimo acervo musical del planeta a cambio de promesas de esplendores futuros, su mucama, Josie, había descubierto por accidente la colección de lencería fina y juguetes sexuales de madera de ébano que el artista escondía en un compartimento oculto de su escritorio Chippendale y amenazaba con hacer público el hallazgo si Gabriel no le sufragaba una rinoplastia, a su hija Anna-Marie se le habían caído dos dientecitos de leche, que ponía todos los días bajo la almohada junto a una carta sorprendentemente bien mecanografiada en la que exigía el pago de un millón de libras esterlinas en billetes de a veinte con números de serie no consecutivos, y, para colmo de males, tal cúmulo de desgracias estaba empezando a provocar la convergencia de unos haces que, en un mundo euclidianamente ideal, sólo habían de unirse en el infinito: los de su mirada binocular otrora perfectamente ajustada y paralela.
Pero, como había hecho ya en ocasiones anteriores, Gabriel supo exorcizar sus demonios con su infalible o insalubre creatividad y compuso uno de los mayores hits de su carrera: “Bizko”, que, en lengua ndbele significa “el que cruza todos los umbrales, aunque para ello tenga que agacharse”.
Lo demás es historia.
Enseguida me pongo manos a la obra, que yo vine aquí a hablar de mu-mu-mu-música.
1.2.2022 11:23Enseguida me pongo manos a la obra, que yo vine aquí a hablar de mu-mu-mu-música.Bueno. Uno, dos, tres, probando.
Buenos días, América; buenas tardes, Europa; buenas noches, Indochina, ¿o era Vietnam? ¿República Democrática Popular Lao, quizá? ¿Camboya?
Qué lío, pucha. Viva el mundo sin fronteras y malditos sean los husos horarios.